# 5. Día 4. Notting Hill. Portobello Road. Elizabeth Tower (Big Ben). Westminster. London Eye. Royal Albert Hall. Spitalfields Market. Tower Bridge. The Dickens Inn.

El día 4 de nuestra estancia en Londres (9 de diciembre), también estaba repleto de deseos, lugares por visitar y un evento especial que nos tenía muy ilusionadas: entradas para el Royal Albert Hall. Siguiendo con nuestra costumbre de días anteriores, bajamos temprano a por otro desayuno completo que nos mantendría con energía y sin ganas de probar bocado hasta las 18:00 h.

Nuestro primer destino para este día era Notting Hill, muy cerca de nuestro hotel. Fuimos caminando hasta allí para disfrutar de las calles, sus bonitas casas y sus estupendas pastelerías. ¡Madre mía! Estas pastelerías no se ven fácilmente por España. Después del desayuno que nos habíamos metido, no teníamos ganas de comer más, aunque de buena gana hubiera comprado un pastelito para más tarde.

Nos hacía mucha ilusión visitar la famosa librería donde se grabó la película con Hugh Grant y Julia Roberts, del mismo nombre, Notting Hill. Fue fácil localizarla por la cantidad de gente que ya merodeaba por el escaparate a esa primera hora de la mañana. Abrir la puerta de "The Notting Hill BookShop" fue impactante porque se conserva exactamente igual que en la película, del año 1999. Después de 24 años, me sorprendió gratamente el hecho de que la hayan mantenido en su aspecto original. Fue un momento emotivo, porque después de haber visto la peli tantas veces, y de soñar con visitar Londres y este lugar durante tanto tiempo, por fin se hacía realidad. Por supuesto, muchas fotos y vídeos dentro y fuera de la librería, que estaba repleta de gente.


En un momento determinado, la librería se despejó un poco y pudimos disfrutarla más tranquilamente. Había que llevarse algo de recuerdo y Ali y yo nos decimos por la tote bag azul con letras blancas de la librería. Ahora, ya eran dos las tote bags compradas durante este viaje, pero no pude resistirme. También unos posavasos que recordaban a la librería y a la peli.



Fuera, cola para hacerse la foto en el famoso escaparate y, cuando por fin te tocaba, te ponías hasta nerviosa por las prisas con las que había que hacérsela , aunque no se note en el resultado!

Desde aquí, nos dirigimos a la famosa puerta azul donde se supone que vivía el protagonista de la peli y se grabaron icónicas escenas. Otra vez cola, y menos mal que llegamos temprano. No quiero imaginar cómo se pondrá este lugar a las 12:00 h del mediodía.

Una vez cumplido nuestro primer objetivo del día, nos dirigimos hacia Portobello Road para pasear por su conocido mercado al aire libre.  


Recorrimos sus puestos de camino a Lancaster Road, también conocida por sus preciosas casas de colores. Parada obligada para tomar fotos, y otra vez esquivando a la masa humana que ya se agolpaba a esas horas en la calle y en las puertas de las casas. Imaginé el suplicio que deber suponer para los vecinos tener gente a todas horas en tu puerta haciéndose fotos. Supongo que es el precio que hay que pagar por disfrutar de puertas tan bonitas en un lugar tan emblemático.






Volvimos a Portobello Road y a sus puestos, donde quedé enamorada de uno en particular. Como muchos ya sabréis, me fascina la porcelana antigua. Y este puesto estaba repleto de estas piezas maravillosas típicas para montar tu "afternoon tea" particular. De nuevo, no me pude resistir. No sabía cómo lo iba a meter en la maleta, pero quería uno. Eso sí, me tuve que conformar con uno pequeñito, porque yo me hubiera llevado uno de los grandes. Le pedí a la chica que me lo envolviera bien para evitar roturas y para que ocupara lo menos posible y, de este modo, me fui la mar de contenta. 


Desde allí, tomamos el metro con destino a la zona de Westminter. Era nuestro cuarto día en Londres y aún no habíamos visitado la parte más conocida y fotografiada de Londres. Un café con nata para calentar el cuerpo y aumentar un poco nuestra energía, y continuar disfrutando de nuestra ruta.

Lo primero que te encuentras al salir de la boca de metro es la Elizabeth Tower, conocida como Big Ben. La verdad es que impresiona bastante. Altísimo, majestuoso y perfectamente conservado. Desde aquí nos dirigimos a un punto emblemático para llevarse LA FOTO en mayúsculas de tu viaje a Londres. También supimos de este punto estratégico a través de la cuenta de orangepassport de Instagram. La sorpresa fue cuando llegamos a esa cabina telefónica roja desde la cual te puedes fotografiar con el Big Ben al fondo. La cola para hacerse la foto era de más de media hora. Increíble. Ali se puso en la cola mientras yo me dirigí a otra que había más atrás. En esta segunda, la cola era menor, de modo que decidimos esperar allí. Mientras Ali permanecía en la cola, yo me dediqué a tomar fotografías con mi Nikon.

Y, por fin, ¡nos tocó! Otra vez los nervios por aprovechar el tiempo del que dispones para tomar las mejores fotos en el menor tiempo posible, y que salgas favorecida. Todo un reto. Pero Ali, que me conoce bien, me hizo unas fotos estupendas. Mantuvo el dedo pulsado en mi iPhone todo el tiempo y me sacó un montón de fotografías superdivertidas. Luego, le tocó a ella.



Una vez cumplido nuestro segundo objetivo del día, fuimos a por el tercero. El Westminster Bridge y el London Eye. Aquí, parada obligada para observar la Abadía y el Puente. Muchísima gente, pero pudimos ir consiguiendo posiciones estratégicas desde las cuales tomar buenas fotografías y disfrutar del paisaje que se mostraba ante nosotras. 






No subimos al London Eye porque ya habíamos disfrutado de hermosas vistas de Londres desde la noria gigante de Hyde Park, y desde los rascacielos el día anterior. 



Además, quedaban aún muchas cosas por ver y poco tiempo, pues a las 14:00 h teníamos entradas para el Royal Albert Hall. 

Cogimos el metro emocionadas. Lo que íbamos a ver no era tan importante como el hecho de poder acceder a su interior y disfrutar de una película de navidad con su banda sonora tocada en directo por la orquesta filarmónica, mientras disfrutas de la película. En este caso, Elf. No había visto la película y he de decir que hasta me gustó. Es divertida y, con esa orquesta tocando en directo, sonaba increíble. Y qué decir del Royal Albert Hall. Enorme y con una acústica inmejorable. 



Estábamos en la sexta planta, eso sí. Pero desde aquí disfrutábamos de una buena perspectiva. He de confesar que me confundí al sacar las entradas y cogí la planta en la que se permanece de pie. ¡Horror! Con razón me habían salido tan económicas. Pero no importó demasiado. Esto te permite pasear por toda la galería. Moverte o sentarte en el suelo, cosa que vimos que hacían algunas personas, que hasta traían sus mantitas y hacían su picnic particular mientras disfrutaban de la peli. Nosotras acabamos haciendo lo mismo. Nuestros mullidos abrigos sirvieron de mantitas. Pudimos quitarnos los zapatos y masajear nuestros cansados pies, estirarnos y descansar. Aunque está prohibido grabar, desde mi posición era fácil sacar el móvil y llevarse un pequeño recuerdo.

Una vez terminado el espectáculo, aprovechamos para cotillear el teatro y los palcos. ¡Qué lujo! Botellas de champán, restos de canapés, frutos secos, pasteles y tartas. Una bandeja por la mitad con pasteles sin tocar, que no dudamos en probar, teniendo en cuenta que no habíamos comido aún!!!

Fotografías memorables en los pasillos y en la escalera principal. La historia del teatro. Nos encantó y lo disfrutamos muchísimo.



Desde aquí, pusimos rumbo a un nuevo destino que Ali tenía interés en visitar. El viejo mercado de Spitalfields. Caminamos bastante por una zona de Londres muy diferente a todo lo que habíamos visto hasta entonces. Menos lujo y casas menos bonitas. Sentí un poco de miedo por algunas calles, que se acrecentó cuando vimos algunos callejones y un cartel que hacía mención a "Jack, el Destripador". Estaba deseando llegar, y por fin lo hicimos. Un mercado lleno de puestecitos para comer, que ya era hora, y también para comprar. Lo primero que hicimos fue comer, tras echar un ojo a la diferente oferta culinaria. Nos decidimos por unas tortillas vegetarianas con un aspecto riquísimo, que nos sirvió un amable chico colombiano que estaba deseando hablar en español, de modo que mantuvimos una simpática conversación mientras nos preparaba las tortitas. 

Nos sentamos en una enorme mesa de madera, donde quedaba hueco para las dos, hasta que una pareja decidió sentarte a nuestro lado en el pequeño espacio que quedaba. En fin, hubo que degustar nuestra rica tortita con ese tipo, codo con codo.

Eran alrededor de las 18:30 h y los puestos comenzaban a cerrar, por lo que no hubo mucho tiempo para visitarlos. Dimos un paseo por los que estaban aún abiertos y decidimos ponernos en ruta, puesto que el mercado no nos había impresionado tanto como esperábamos.

A esas horas, y siendo el día siguiente el último del viaje, debíamos tomar decisiones sobre qué ver antes de que nuestro tiempo se agotara. Yo tenía interés en visitar el Tower Bridge y el entorno de la Torre de Londres, aunque fuera de noche. Marcharme de Londres sin visitarlo me parecía un pecado, de modo que hacia allí nos dirigimos, con la intención de llegar hasta el conocido pub "The Dickens Inn".

Hacía frío esa noche. Corría un viento que helaba pero, aún así, caminamos hasta allí. El Tower Bridge se ve impresionante de noche y, todo el entorno tiene un encanto especial. Por la noche, las fotos con mi Nikon y sin trípode no salen bien, de modo que hubo que tirar del iPhone para las fotos. En realidad, al hacerse de noche sobre las 16:30 h, en este viaje no pude hacer demasiadas fotos con la cámara.




Desde aquí, última parada en The Dickens Inn. El trayecto hasta allí es encantador. Un pequeño puerto deportivo, con sus barquitos y sus veleros. Estaba muy tranquila esta zona. Debe ser que los turistas no tienen ganas de caminar hasta aquí a estas horas de la noche. Realmente, merece más la pena el entorno y el trayecto que el pub en sí. La fachada es bonita, con ese encanto inglés, pero algunas zonas son privadas y no se puede acceder. Así, solo tienes acceso al pub principal, que no deja de ser un pub de madera, al fin y al cabo.




Era ya tarde, hacía frío y estábamos muy cansadas. Decidimos ponernos en marcha de vuelta al hotel, que estaba a unos 45 minutos en metro. Casi nos dormimos en el trayecto de vuelta. Era nuestro cuarto día de viaje, bien aprovechado como los anteriores. Sólo nos quedaban las primeras horas de la mañana del domingo, antes de dirigirnos al aeropuerto de vuelta a España. Nos daba pena que se acabara. No puedo explicar la sensación de libertad y bienestar que experimento en los viajes, a pesar de acabar exhausta.


Llegamos, por fin, al hotel. Como en noches anteriores, cogimos algo en el supermercado para picar antes de dormir. Un yogurt, una ensalada de frutas y listo.

Qué pena que esto se acababa, ¡ay!. La mañana siguiente había que aprovecharla bien. Pero ahora tocaba descansar, no solo nuestros pies. Procesar toda la información. Todo lo visto, todo lo vivido. Sabía que este blog sería necesario.

Y, pensando en esto, me quedé frita.

Buenas noches, Ali. Buenas noches, Cristil.

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